Es el referente del plantel. Algunos lo tratan de usted y le profesan admiración. Todos, le demuestran respeto. Lugano es mucho más que un capitán que lleva la cinta para realizar el sorteo. Detrás de la sonrisa traviesa de niño de algunos momentos o los ojos abiertos que dan ganas de esconderse de otros, hay un líder con todas las letras.
De niño, Lugano hacía cosas propias de su edad pero también acompañaba a su madre, Diana, a los hogares del Inau de Canelones, donde ella enseñaba manualidades y realizaba actividades sociales en su escuela. “La madre sigue trabajando hasta hoy dando clase de manualidades en el Inau. No quiere dejarlo por nada del mundo porque lo siente mucho y eso se lo trasmitió a Diego que la acompañaba. Y además era el delegado de la Cruz Roja, hablaba con la directora cuando un compañerito no podía pagar un viaje al que iban todos juntos. Me parece que el rol que tiene hoy es una consecuencia lógica de su vida”, explica a 180 Lissardy, autora del libro.
“Siempre fui responsable. Siempre supe administrar la responsabilidad con al diversión. En el fútbol de chico siempre me tomaban el pelo porque cuando perdía igual estaba un día entero llorando. Y si un día pensaba ir a algún lado y llegaba tarde, me enojaba también porque no podía ser. Hoy me sigue pasando. Soy autoexigente y autocrítico. Y muchas veces hasta cruel conmigo mismo cuando cometo un error”, se sincera Lugano.
Lugano fue con el que Lissardy debió hablar para hacer el libro. Cuando comenzó a escribir mails para concretar las notas, el capitán de la selección la sorprendió con una llamada para preguntarle qué quería hacer. Luego de la explicación, la Fundación Celeste se sumó al proyecto y hoy recibe un porcentaje de las ventas. Fue también quien prefirió no presentar el libro 15 días antes de la Copa América para evitar que la gente creyera que era una forma de publicidad encubierta.
“Que viva en Estambul es perfecto para él porque es una ciudad llena de contrastes. Y él también es contraste porque es la sonrisita de bueno y la cara de enojado”, cuenta Lissardy y agrega: “Parte de la base que la gente es buena y después ve. Y actúa en consecuencia”.
El capitán de la selección no tolera la injusticia y lo explica en el libro. “Nunca tuve un problema que no sea por reaccionar ante una supuesta injusticia, según lo que yo pienso… Soy así en la vida también, de reaccionar contra la injusticia. Por no con agresividad. En la vida, contra la injusticia, más que reaccionar, intento hacer algo al respecto”, dice Lugano.
Oscar Tabárez define al capitán: “Hay algunos que en eso de creer que es posible son líderes. Lugano es tozudo. Pero también eso se aplica a su fe. Es impresionante”.
La anécdota recogida en el capítulo de sus primeros meses en el San Pablo es reveladora de su tozudez.
Cuando llegó a uno de los clubes más importantes de Brasil nadie lo conocía y todos le preguntaban quién era, de dónde llegaba. No podía salir a al calle de la vergüenza que sentía; la gente lo insultaba y le tomaba el pelo... Lugano lloraba por las noches en su casa. Pero luego, al despertar, salía a entrenar con los ojos secos, sin mostrar miedo ni dolor. Y multiplicó es esfuerzo, porque quería demostrarles a todos que se equivocaban. Iba tres horas antes a las prácticas y se iba tres horas después, señala el libro.
“En San Pablo quería demostrarse a sí mismo y a los demás que se equivocaban en juzgarlo así, en menospreciarlo y tomarle el pelo. Además es un hombre que cuando cree en algo es difícil sacarlo de ese lugar”, cuenta Lissardy.
Por todo eso, varios compañeros del plantel lo admiran. Lissardy dice que “hay un respeto del grupo” hacia Lugano porque es muy responsable. “En todo lo que se hace, incluso el calendario celeste, el está atento a los detalles. Es organizado y responsable, entonces muchos jugadores se sienten protegidos porque sienten que está a cargo Lugano. Porque confían en él”, agrega.
El capitán, que sueña con levantar la Copa América, le confesó en una charla a la autora de ‘Vamos que vamos’ que su rol es más importante afuera que adentro. “Organizando las entrevistas me dijo ‘el 10% de lo que hago o menos es patear la pelota para adelante. El resto es todo cuestiones organizativas, los premios, que no se ven’. Y es cierto”.
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